Un médico no está libre de enfermedades. Y la obesidad es una de ellas.
Una vez que he retomado la dieta después de los excesos navidades, estoy inmensamente feliz. Esto marcha viento en popa a pesar de que me cuesta horrores seguir la dieta.
Llevo 2 kilos abajo....para ser exactos 2 kilos 100 gr así que me siento feliz de ser capaz de no caer en la tentación de comer lo que otros picotean con fruición a mi alrededor.
Siempre he puesto la otra mejilla. A veces incluso una y otra vez. No sé muy bien porqué aunque puede tener distintas explicaciones: la educación recibida, inseguridad, el querere tener la aprobación de los demás, tener la fiesta en paz.....podemos quedarnos con la que nos guste o dejar cualquier explicación por el camino...pero lo cierto es que siempre ha sido así.
Mi centro gravitacional se balanceaba al son que tocaban otros. Eso me hacía sentir continuamente insatisfecha. Sin embargo, lo bueno de cumplir años es que, además de ser un regalo de Dios por fin encuentra uno su centro gravitacional. Y uno aprende a mantenerlo firme frente a viento y marea. Te posicionas delante de los demás y encuentras tu sitio, aunque pienses distinto, quieras distinto, sientas distinto. Es una sensación realmente INCREIBLE.
Llega un momento en el que te importa realmente un pimiento lo que opinen los demás de tí, cómo te ven los demás, si lo que te pones se lleva o no, si lo que dices es correcto para los demás o no...sólo importa mantener tu epicentro, sólo importa ser firme en tus convicciones y gustarte a tí mismo.
Sólo importa cómo te ves tú en cada momento. Te pones lo que realmente te gusta y con lo que te sientes realmente a gusto. Manifiestas lo que piensas sin importar cómo lo vayan a recibir los demás porque el objetivo de lo que dices no es buscar la aceptación del otro, sino simplemente y llanamente manifestarte.
Llega un momento en que poner la otra mejilla no es una opción.
Y en ese preciso instante, en ese preciso momento, empiezas a ver todo con una perspectiva más optimista. Te miras al espejo y no ves reflejado a tu mayor enemigo. Realmente vas a dónde quieres ir, hablas con quien te apetece hablar. Dices lo que te parece oportuno decir. Aprendes a ver con relatividad y con distancia lo que acontece a tu alrededor y le das el valor justo a cada cosa. Te das cuenta de que merece la pena pasar tiempo junto aquellos a los que quieres y te quieren, a los que respetas y te respetan. Te das cuenta de que no hay tiempo para perderlo con aquellos que no te merecen, con aquellos que sin conocerte te prejuzgan, te ridiculizan, o te aislan y no ponen el mínimo interés por saber como eres. Y cuando llegas a este punto de equilibrio es como si se despejase el cielo en un dia lluvioso y las nubes dieran paso al sol de mediodía.
Lástima que haya que cumplir años para llegar a este punto de equilibrio MARAVILLOSO.
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