No sé bien qué edad tendría pero me recuerdo muy pequeña ejerciendo como médico de cabecera. Curando heridas, mirando gargantas. Incluso, "haciendo recetas". En un folio maquetaba las recetas y les pegaba el recinto cuando retiraba el medicamento de la farmacia.
Lo que sí sé es que con 15 años me prometí a mi misma estudiar mucho para curar enfermedades de esas que hacen sufrir mucho a la gente, como el cáncer que se llevó a mi madrina en aquella época. Podríamos decir, viendo mi trayectoria, que uno, a los 15 años, sueña más alto de lo que puede llegar a conseguir.
Lo cierto es que cuando elegí mi plaza de MIR hubiera podido elegir oncología y quedarme en Madrid, pero finalmente decidí ser médico de familia y tuve que marcharme a Toledo a hacer la especialidad durante tres años. En aquel momento, y una vez que ya había rotado por distintos servicios del hospital 12 de Octubre durante la carrera, no me quise imaginar en el futuro viendo sufrir a todos mis pacientes.
Lo cierto es que cuando elegí mi plaza de MIR hubiera podido elegir oncología y quedarme en Madrid, pero finalmente decidí ser médico de familia y tuve que marcharme a Toledo a hacer la especialidad durante tres años. En aquel momento, y una vez que ya había rotado por distintos servicios del hospital 12 de Octubre durante la carrera, no me quise imaginar en el futuro viendo sufrir a todos mis pacientes.
Siempre he sido una persona muy trabajadora, a la que le gustaba superarse a sí misma en cada obstáculo. Por ello siempre estudié duramente para poder conseguir entrar en Medicina, aunque he de reconocer que un mal día en el examen de selectividad, en concreto en el de biología, borró de mi mente cualquier respuesta coherente ante la simple pregunta: "Describe una célula eucariótica". En aquel momento me quise morir porque no era capaz de hilar una respuesta brillante aunque a la salida del examen recité sin parar todos los detalles. Este fallo garrafal hizo que, por una décima, no pudiera ser admitida en la facultad de Medicina. Así que tuve que elegir a toda prisa cualquier opción que no fuese medicina en todas las facultades disponibles y tuve que hacer un año de penitencia para mí estudiando químicas (con todos mis respetos para los químicos). Pasaba cada día, caminando desde Moncloa, por la puerta de mi adorada facultad de medicina hasta que, por fin, 365 días más tarde, pude atravesar sus puertas carpeta y bata en mano y emoción contenida.
Así que, a la pregunta inicial, yo diría que, en mi caso, el médico nace.
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