Se puede cocinar por muchos motivos. Uno de ellos es por obligación. Es posible que esta obligatoriedad sea la causa de una cocina monótona, sin gracia, aburrida. Es muy digna, ya que bien pensado comemos para hacer acopio de nutrientes, es decir, vitaminas, minerales, proteinas, grasas, hidratos de carbono, necesarios para que nuestro organismo funcione por lo que, en el fondo, puede dar un poco igual como obtenemos los aminoácidos y los azúcares, o el hierro y el potasio.
Otros cocinan por colores. Yo conozco a alguien muy cercano que, por cierto entra poco en la cocina, suele preparar los platos siguiendo su instinto. Mira a ver qué hay en la nevera y combina los productos por colores. He de decir que nos siempre el resultado es bueno, pero a veces es excelente. El problema es que al cocinar por instinto, luego es difícil reproducir los platos. Podríamos decir que así cocinan algunos excelentes cocineros de conocidos a nivel internacional y que, en lugar de cocina, tienen un auténtico laboratorio donde se investigan sabores y texturas como si se tratase de un científico.
Yo comencé a cocinar por obligación ya que a los 14 años mi madre tenía que irse periódicamente al pueblo a cuidar a mis abuelos. Por aquél entonces no había abuelos golondrina. Por aquel entonces cocinaba con mi libreta de apuntes donde anoté los cuatro platos caseros que me sentía capaz de preparar: macarrones con chorizo, lentejas, arroz blanco, carne picada....Poco a poco fui descubriendo el placer de trastear en la cocina y comencé a experimentar recetas que leia en las revistas: pollo con cerveza, pescado en salsa verde, patatas con almejas. Al placer de cocinar se fue uniendo la satisfacción de comprobar que no se me daba mal la cocina. Fui añadiendo repostería al repertorio: crêpes, quesada, tarta de requesón, tarta de manzana, trufas, flan de fresa, corona de piña, flan de coco... Lo que comenzó siendo una obligación se fue convirtiendo en un hobby y, en mi época de estudiante, para relajarme después de largas horas de estudio, me encerraba en la cocina a poner en práctica las recetas que iba anotando en mi libreta, recortando de revistas o preguntando a cocineras experimentadas como mi madre, mi tía, mi abuela o mi vecina.
Hace unas semanas vi la película llamada Julia y Julie y sentí la tentación de hacer lo mismo con el simple objetivo de seguir a San Agustín ( No salgas fuera de ti, vuelve a ti, en el interior del hombre habita la verdad).
Volví a casa y comencé a trastear entre algunas cajas que, después de cinco años de la mudanza, no había abierto aún y me reencontré con mis libros, mis cuadernos de notas y mis recortes de recetas.
Ese mismo fin de semana me lié la manta a la cabeza y preparé crema de bogavante, salmón al horno y flan de fresa. Mis hijos repitieron plato y yo empecé a reencontrarme con el placer de la cocina. A este fin de semana han seguido otros y otros platos como gazpacho de aguacate, lubina a la sal, codillo asado, aleta rellena, arroz negro. La cocina requiere tiempo, requiere paciencia, requiere cariño y dedicación y también requiere buenas materias primas. Entre mis botes de especias siempre se encuentra el azafrán, quizá porque soy castellanomanchega. Lo utilizo siempre que el plato lo requiere, como en la paella, en la crema de bogavante o en las patatas con almejas. El azafrán me gusta por varios motivos. El más importante, porque es un producto natural, tiene un sabor característico y debido a sus pigmentos orgánicos de tipo carotenoide, confiere a los alimentos un característico color amarillo. Su precio, que puede paracer desorbitado se debe a que para obtener un kilo de azafrán se requieren más de 90.000 flores. Tanto el cultivo, como la recolección y la manipulación de la flor para obtener los estigmas, es manual. Cada flor procede de un bulbo que debe ser introducido de forma manual en la tierra. La recolección del azafrán suele ser en los meses de junio y julio. Hay referencias al azafrán a lo largo de la historia. En Creta, en el palacio de Minos hay pinturas en las que se hace referencia a la recolección de la Rosa del Azafrán y retirada y picado de los estigmas. No sólo se ha utilizado para la preparación de alimentos, sino como tinte de ropas y cabello. En España, el cultivo de la Rosa del Azafrán es introducido por los árabes en el siglo X. En el momento actual España es el primer país productor de azafrán y dispone de Denominación de Origen protegida para el producido en Castilla la Mancha. Se utiliza típicamente en platos de arroz, pasta o patata, pero también para preparar escabeche, macerar carne y también en dulces.
Hoy, puesto que no tenía mucho tiempo para cocinar, he preparado patatas con almejas. A mis hijos les encanta. Es un plato muy fácil y rápido de preparar aunque lo que menos me gusta, como siempre es picar la cebolla....Una vez picadita, corto pimiento verde en áminas finas y pongo ambas cosas en una cacerola con un poco de aceite a fuego bajo para que se vayan pochando. Cuando ya están pochados añado patatas previamente peladas y troceadas en cuartos. Echo un poco de sal y pimienta. Lo dejo a fuego lento moviendo de vez en cuando para que no se pegue. Cuando la patata se ha rehogado un poco, machaco ajos y azafrán y lo añado al guiso junto con agua para cubrir las patatas. Pongo nuevamente un poco de sal y añado las almejas (que previamente he dejado en agua fría con sal para que se abran y suelten la tierra) . Lo dejo cocer a fuego lento hasta que las patatas estén hechas.
El flan, de fresa... Como mi hija es alérgica al huevo tengo que echarle imaginación para poder hacer postres que pueda comer. El flan de fresa o postre rosa, lo preparaba mi madre los domingos. Está hecho con gelatina de fresa y leche evaporada. Es un postre ligero y poco calórico que a ella le encanta.
Disfrutar con lo que uno hace es el primer paso hacia la felicidad y el éxito.
Otros cocinan por colores. Yo conozco a alguien muy cercano que, por cierto entra poco en la cocina, suele preparar los platos siguiendo su instinto. Mira a ver qué hay en la nevera y combina los productos por colores. He de decir que nos siempre el resultado es bueno, pero a veces es excelente. El problema es que al cocinar por instinto, luego es difícil reproducir los platos. Podríamos decir que así cocinan algunos excelentes cocineros de conocidos a nivel internacional y que, en lugar de cocina, tienen un auténtico laboratorio donde se investigan sabores y texturas como si se tratase de un científico.
Yo comencé a cocinar por obligación ya que a los 14 años mi madre tenía que irse periódicamente al pueblo a cuidar a mis abuelos. Por aquél entonces no había abuelos golondrina. Por aquel entonces cocinaba con mi libreta de apuntes donde anoté los cuatro platos caseros que me sentía capaz de preparar: macarrones con chorizo, lentejas, arroz blanco, carne picada....Poco a poco fui descubriendo el placer de trastear en la cocina y comencé a experimentar recetas que leia en las revistas: pollo con cerveza, pescado en salsa verde, patatas con almejas. Al placer de cocinar se fue uniendo la satisfacción de comprobar que no se me daba mal la cocina. Fui añadiendo repostería al repertorio: crêpes, quesada, tarta de requesón, tarta de manzana, trufas, flan de fresa, corona de piña, flan de coco... Lo que comenzó siendo una obligación se fue convirtiendo en un hobby y, en mi época de estudiante, para relajarme después de largas horas de estudio, me encerraba en la cocina a poner en práctica las recetas que iba anotando en mi libreta, recortando de revistas o preguntando a cocineras experimentadas como mi madre, mi tía, mi abuela o mi vecina.
Hace unas semanas vi la película llamada Julia y Julie y sentí la tentación de hacer lo mismo con el simple objetivo de seguir a San Agustín ( No salgas fuera de ti, vuelve a ti, en el interior del hombre habita la verdad).
Volví a casa y comencé a trastear entre algunas cajas que, después de cinco años de la mudanza, no había abierto aún y me reencontré con mis libros, mis cuadernos de notas y mis recortes de recetas.
Ese mismo fin de semana me lié la manta a la cabeza y preparé crema de bogavante, salmón al horno y flan de fresa. Mis hijos repitieron plato y yo empecé a reencontrarme con el placer de la cocina. A este fin de semana han seguido otros y otros platos como gazpacho de aguacate, lubina a la sal, codillo asado, aleta rellena, arroz negro. La cocina requiere tiempo, requiere paciencia, requiere cariño y dedicación y también requiere buenas materias primas. Entre mis botes de especias siempre se encuentra el azafrán, quizá porque soy castellanomanchega. Lo utilizo siempre que el plato lo requiere, como en la paella, en la crema de bogavante o en las patatas con almejas. El azafrán me gusta por varios motivos. El más importante, porque es un producto natural, tiene un sabor característico y debido a sus pigmentos orgánicos de tipo carotenoide, confiere a los alimentos un característico color amarillo. Su precio, que puede paracer desorbitado se debe a que para obtener un kilo de azafrán se requieren más de 90.000 flores. Tanto el cultivo, como la recolección y la manipulación de la flor para obtener los estigmas, es manual. Cada flor procede de un bulbo que debe ser introducido de forma manual en la tierra. La recolección del azafrán suele ser en los meses de junio y julio. Hay referencias al azafrán a lo largo de la historia. En Creta, en el palacio de Minos hay pinturas en las que se hace referencia a la recolección de la Rosa del Azafrán y retirada y picado de los estigmas. No sólo se ha utilizado para la preparación de alimentos, sino como tinte de ropas y cabello. En España, el cultivo de la Rosa del Azafrán es introducido por los árabes en el siglo X. En el momento actual España es el primer país productor de azafrán y dispone de Denominación de Origen protegida para el producido en Castilla la Mancha. Se utiliza típicamente en platos de arroz, pasta o patata, pero también para preparar escabeche, macerar carne y también en dulces.
Hoy, puesto que no tenía mucho tiempo para cocinar, he preparado patatas con almejas. A mis hijos les encanta. Es un plato muy fácil y rápido de preparar aunque lo que menos me gusta, como siempre es picar la cebolla....Una vez picadita, corto pimiento verde en áminas finas y pongo ambas cosas en una cacerola con un poco de aceite a fuego bajo para que se vayan pochando. Cuando ya están pochados añado patatas previamente peladas y troceadas en cuartos. Echo un poco de sal y pimienta. Lo dejo a fuego lento moviendo de vez en cuando para que no se pegue. Cuando la patata se ha rehogado un poco, machaco ajos y azafrán y lo añado al guiso junto con agua para cubrir las patatas. Pongo nuevamente un poco de sal y añado las almejas (que previamente he dejado en agua fría con sal para que se abran y suelten la tierra) . Lo dejo cocer a fuego lento hasta que las patatas estén hechas.
El flan, de fresa... Como mi hija es alérgica al huevo tengo que echarle imaginación para poder hacer postres que pueda comer. El flan de fresa o postre rosa, lo preparaba mi madre los domingos. Está hecho con gelatina de fresa y leche evaporada. Es un postre ligero y poco calórico que a ella le encanta.
Disfrutar con lo que uno hace es el primer paso hacia la felicidad y el éxito.
¿Disfrutarán nuestros jefes con este acoso y derribo a la sanidad pública madrileña?
Continuará....
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