Sin duda alguna el invento más importante de la humanidad es la palabra. Soy consciente de que hay otras formas de comunicarse como el lenguaje no verbal, una mirada, el paralenguaje, la proxémica y de hecho es conocido que durante una charla casi el 97% de lo que percibimos es a través del lenguaj no verbal y que sólo escuchamos un pequeño porcentaje de lo que comunicamos mendiante la palabra.
Es una delicia escuchar a un buen orador, máxime cuando hoy en día, donde prolifera la televisión basura, donde se fomenta el "borreguismo" en la mayoría de los programas de televisión y donde poco puedes aprender salvo en determinados documentales o programas culturales. Hoy en día donde la comunicación interpersonal es más bien escasa si no es por facebook, mail o wassap. Cuando es más fácil que nunca hacer circular información de un lado a otro del planeta, es cuando más aprecio que alguien sea capaz de utilizar las palabras de forma adecuada.
Pero hay momentos en los que la palabra sobra y sólo se necesita un gesto.
Y palabras, gestos, silencios....son continuamente protagonistas en la consulta del médico de familia ya que tan importante debe ser para él saber manejar la palabra como los silencios.
Tan importante es para él saber explicar con lenguaje comprensible un tratamiento al paciente como respetar que no quiere hacerlo.
Tan fundamental es escuchar como observar.
Y todo ello porque, a veces en menos de diez minutos, y entre los múltiples síntomas que nos manifiestan a través de la palabra puede llegar a diluirse el más importante, el que no se expresa.
Y todo esto sólo si hablamos de lo que manifiesta el paciente porque igualmente importante es observar y escuchar al acompañante.
El acompañante, que a veces se convierte en cuidador principal de determinados procesos para los que no está, no estamos, preparados. Como enfermedades incurables.
El acompañante, que a veces no habla a través de la palabra sino a través de su postura, su mirada, su gesto.
Y el acompañante, a veces cuidador, expresa soledad.
Y la soledad, es muy mala. Hay distintos tipos de soledad. La buscada, la esperada, la deseada, la inesperada, la involuntaria, la temida...y probablemente, la peor de ellas es la soledad en compañía. Sentirte solo rodeado de personas es uno de los sentimientos más devastadores para el alma. Cuánto más ríen los demás, más te vas hundiendo tú en un pozo de tristeza. Y aunque intentas no expresarlo bien porque no es el momento o porque tú no eres el protagonista, sólo el cuidador, no puedes evitar que se te note. Y por más que intentas encontrar una explicación lógica, plausible a semejante despropósito que es una enfermedad grave en alguien a quien tú quieres, no encuentras más que un aluvión de sentimientos, ideas, imágenes, palabras a veces incomprensibles, que se agolpan y dan vueltas en su cabeza ( estadiaje, metastasis, paliativos).Y cuánto más triste te encuentras tú, menos entienden los demás que no te unas a la alegría comunitaria, que va in crescendo. Entre la multitud, puede que alguien te pregunte "¿Qué te pasa?" pero las palabras se ahogan antes de llegar a la garganta, en el convencimiento absoluto de que no van a ser comprendidas. Y se mezclan con las lágrimas que tú intentas controlar pero que casi empiezan a brotar en tus ojos formando un nudo que comienza a sentirse cada vez más intenso en mitad de tu pecho.
Pero de pronto alguien que te está observando comprende lo que te sucede y una mano se posa en tu hombro y al levantar la mirada ves una sonrisa y un poco más arriba una mirada cómplice que sin palabras refleja todo lo que tú sientes. Y es entonces cuando el nudo empieza a aflojar y sientes el alivio de que al menos una sola persona, entre todo el gentío entiende lo que te angustia, lo que te entristece. Es una mirada que no juzga, que no pregunta, que no busca una justificación ni una solución a lo que a tí te apena. Una mirada que sólo acompaña, entiende, se solidariza. Y es entonces cuando sientes que no estás solo, cuando comprendes que al menos una sola persona entiende lo que está pasando en el interior de tu cabeza.
Es entonces cuando el médico se vuelve más humano y siente, que aunque no pueda curar, al menos puede acompañar para aliviar el sufrimiento.
Cuando estudiaba medicina yo quería ser cardiólogo o intensivista o digestólogo...pero por diversos motivos terminé siendo médico de familia.
Después de casi 20 años de profesión, sólo Javier Fernández Lasquetty e Ignacio González han hecho que me replantee si hice una buena elección ya que tengo la sensación de que quieren que el médico de familia sea una especialidad a extinguir.
Sin embargo, justo cuando ellos hacen que me sienta así, sucede algo en la consulta, como lo que acabo de describir y me lleno nuevamente de satisfacción por ser médico de cabecera.
Hoy en día la medicina se va cada vez superespecializando más. El paciente ya no parece un conjunto en su ir y venir por el sistema sanitario. Más bien es valorado " a trozos" por los diversos especialistas.
Hoy en día la medicina se está deshumanizando. Y es imprescindible que alguien retome de nuevo el conocimiento integro de la persona, de su entorno. Es fundamental que alguien valore al paciente en su conjunto no como una mera suma de órganos. Es fundamental entender lo que le sucede a él y a su familia durante el proceso de la salud y la enfermedad.
Espero que esta perspectiva de la sanidad sea tenida en cuenta por nuestros gestores. Porque la salud, no es un bien de consumo.
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