jueves, 21 de marzo de 2013

El duelo abre camino a la esperanza?

El sentido del sufrimiento es éste: todo sufrimiento genera crecimiento. Nada de lo que nos ocurre es negativo, absolutamente nada. Todos los sufrimientos y pruebas, incluso las pérdidas más importantes, son siempre regalos” (E. Kübler-Ross)
 
Elisabeth Klüber-Ross es una psiquiatra suiza que dedicó parte de su vida a investigar sobre el duelo.
Aunque identificamos siempre el duelo con la muerte de alguien querido también podemos atravesarlo cuando tenemos una pérdida de trabajo, pérdida de estabilidad económica, ruptura de una relación sentimental. Entre sus libros se podría destacar "Sobre el duelo y el door" y "Sobre la muerte y los moribundos".
 
Klüber-Ross identificó cinco fases en todo duelo que no necesariamente todo el mundo vive del 1 al 5 paso a paso. Tampoco hay un tiempo determinado para cada uno de ellos. Cada persona comienza el duelo en una de las cinco fases y puede pasar de uno a otro de forma muy diferente a otras.
 
1. Negación y aislamiento. La negación es un mecanismo psicológico que permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada y dolorosa. Es un mecanismo de defensa que nos permitirá retomar fuerzas para poder afrontar la nueva situación.
2. Ira. Rabia, resentimiento, envidia hacia otros que tienen lo que yo he perdido. La ira y la rabia se desplaza habitualmente en todas direcciones, sin mirar a quién.
3. Pacto/negociación: surge la necesidad de llegar a un acuerdo para poder superar la situación traumática.
4. Depresión: suele ser el paso previo para aceptar la realidad. La persona no puede seguir negando la realidad y se ve invadida por una gran tristeza.  Predomina, sobre todo, una profunda tristeza. Hay que permitir al doliente que exprese su dolor para poder superar la fase. Es infructuoso animarles para que no estén tristes. Es preciso vivir y manifestar el dolor para poder resolver adecuadamente el duelo.
5. Aceptación. se afronta el futuro con cierta paz. Atrás queda la ira  y la depresión y se empieza a visualizar el futuro con cierta esperanza. Como decía Kübler-Ross, la vida se va imponiendo.

Si se pasan todas las fases se puede abrir camino a la esperanza, que Kübler-Ross define "como el estado de ánimo que nos sostiene y nos da fortaleza cuando pensamos que podemos estar mejor. Nos permite promover el deseo de que todo nuestro dolor tiene sentido y nos permite sentir que aún nos espera algo y trascendente de cada uno."

Encontrar una misión por cumplir representa un gran estímulo que alimenta la esperanza.

Viendo el devenir de las cosas, y viendo la desesperanza que reina en el corazón de cada uno de los pacientes que pasan por mi consulta cada día (ayer sólo 55!!) me cuesta creer que abriremos camino a la esperanza.

Me cuesta creerlo y me cuesta acompañar a todos y cada uno de ellos en sus duelos particulares (paro, problemas económicos, enfermedad)

Pero la vida son ciclos, no?

Y detrás del invierno, cada año, la primavera se abre camino.






 

martes, 19 de marzo de 2013

felicidades Papá


Siempre he oido que los nietos se disfrutan más que los hijos.

Añadiría además que los nietos disfrutan más de los abuelos que de los propios padres y, en mi caso, diría que disfruto más de mi padre como abuelo.

Suena extraño, lo sé, pero es que lo que yo recuerdo es ver a mi padre trabajando, trabajando y trabajando. Como es muy "García" lo de llegar tarde no va con él y siempre se ha levantado a los amaneceres para ser puntual en el trabajo. Se iba de casa a las cinco y media de la mañana y recuerdo más de una vez y más de dos que llegase a casa, reventado, llegadas las once. No tenía tiempo de jugar con nosotros aunque si veíamos que flaqueabamos en nuestros deberes siempre nos recordaba que las cosas se consiguen con esfuerzo.

Ahora, a sus 79 años sigue con una envidiable energía a cuestas. Esa energía que permite que cada mañana acuda a mi casa para hacerse cargo de mis hijos y llevarlos al colegio puesto que ahora soy yo la que se levanta a los amaneceres para ir a trabajar y llega a las miles cansada de la jornada laboral. Y él tiene siempre un momento para hacer que sus nietos disfruten en el parque, enseñarles a jugar al dominó, al parchis o al tute o para revisarles los deberes y supervisar que no queda nada por hacer. Controla las meriendas e intermedia en las pequeñas disputas del patio.

Mi padre, como abuelo, me encanta. Gracias a mis hijos he descubierto su omnipresente figura en nuestras vidas.

Gracias papá y desde aquí felicidades a todos los padres

viernes, 15 de marzo de 2013

Talkin´bout a revolution: it sounds like a whisper

Después de las noticias tan animadas de la última semana estoy noqueada.
Me he quedado sin palabras.
De ahí mi mutismo.
El mismo mutismo que manifiestan los que se encuentran callados, en la nebulosa entre los jefes y nosotros, que parecen no querer mover ni un solo dedo para que nadie perciba que existen y decida ponerlos donde deben.
Necesitamos que se posicionen pero ellos siguen en sus despachos acomodados. Lejos del mundanal ruido de las consultas porque quizá el fonendo se ha transformado en un objeto extraño, del pasado. Porque quizá volver a retomar la asistencia supone hacer un reciclaje incómodo en el que uno debe reconocer, primero a sí mismo y después a los "tutores" que mis conocimientos para retomar la consulta se han quedado obsoletos.
Y mientras tanto nadamos en aguas turbulentas, adaptandonos a cambios en nuestra relación con especializada, en la petición de citas, en plantillas de AP Madrid, por nombrar sólo algunos, que nadie nos comunica.
Es todo exasperante. O surrealista, como decía en mi anterior post (surrealismo en estado puro).
Reconozco que a pesar de que ya peino canas desde hace tiempo, no he dejado de creer, de confiar.
Pero la  cruda realidad me ha hecho abrir los ojos y me ha robado la sonrisa.
Ya no sé qué decirles a mis pacientes cuando me comentan que deben esperar un año para hacerse una eco abdominal.
Se me acaban los recursos para intentar arrancar un halo de esperanza a tantas miradas tristes y ausentes que se sientan frente a mí cada tarde.
Me siento impotente cuando debo atender a un paciente sin papeles que no podrá comprarse la medicación que precisa para su hipertensión o su diabetes.
Me siento incapaz de aportar un rayo de luz cuando un paciente joven me dice que está estudiando idiomas a marchas forzadas para irse de su país en busca de un trabajo.
A veces tengo la sensación de que el Titanic, que chocó contra el iceberg hace ya muchos meses está empezando a hundirse del todo.

A pesar de todo, feliz día. Todo atarder tiene su aurora.
 
 
 
 
Tracy Chapman. Talkin´bout a revolution

martes, 12 de marzo de 2013

El final de la inocencia

 
 
ya es un hecho: publicado hoy en el BOE

"Por razones de politica económica, presupuestaria u organizativa se autoriza al gobierno de la comunidad de madrid para que mediante decreto, proceda a reestructurar, modificar y suprimir organismos autónomos, empresas públicas y demás entes públicos creados o autorizados por ley" " se procede a privatizar el hospital infanta leonor, infanta sofía, infanta cristina, sureste, henares y tajo" y se plantan las bases para los centros de salud.
 
nada más que añadir....
 
 
 

Cuando la muerte irrumpe en escena

Por mi trabajo estoy en contacto estrecho con la vida, la muerte y el sufrimiento. Ya llevo unos años de experiencia y puedo ver cómo la tolerancia al dolor, mejor dícho al mínimo sufrimiento....bueno, seamos claros, a la mínima molestia, es nula.
Puesto que veo personas de todas las edades, culturas y religiones puedo hablar con cierto criterio.
Uno puede quejarse de la mínima y minúscula mancha que ni siquiera el ojo humano es capaz de ver porque no es estético, o del mínimo e insignificante síntoma producido por un rinovirus exigiendo a gritos una baja laboral de al menos una semana.
A ello se suma la escasa tolerancia a la frustración que puede ser esperar para ser atendido.
Sin embargo otras personas de mayor edad son capaces de esperar estoicamente su turno presentando mayores dolencias e indicandome amablemente que atendiera primero a un joven estresado que no puede esperar a ser atendido por alguna minudencia.
En este mar de colores a veces tengo contacto estrecho con personas con problemas realmente más serios y preocupantes. Comparto momentos alegres como la llegada a este mundo de un nuevo hijo o tristes por la desesperación de aquellos que no pueden sentir la bendicion que supone llevar una vida en tu interior mientras otros deciden voluntariamente y sin el menor reparo acabar en un momento con esa vida que comienza a gestarse.
Este mundo de contrastes esta semana está gris, aunque yo diría mejor que está negro. La balanza que equilibra los momentos de vida y los momentos de muerte de mi día a día se ha inclinado salvajemente hacia la muerte.
No obstante, la vida sigue, continúa hacia adelante y yo seguiré paseando por este arcoiris aunque en algún lugar de mi corazón y de mi cerebro, esta semana tendrá un recuerdo indeleble. De esos que a la mínima y sin darte cuenta reaparecen en tu cabeza, al escuchar un nombre, oir una canción o recordar una mirada. De esos que se acompañan de un estremecimiento como el experimentado al acompañar a la familia rota cuando la muerte irrumpió de madrugada o una lágrima, como las lágrimas derramadas por el compañero ausente mientras recogía sus cosas.

Como decía Mario Benedetti:

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.


Va por tí, por ellos.



 

domingo, 10 de marzo de 2013

Tradiciones

La Semana Santa, para mí tiene un significado muy especial desde pequeña. Siempre he ido a Alcabón en estas fechas y allí, todo el mundo va a los oficios y a las procesiones, por lo que desde siempre he vivido cada momento con gran intensidad. Aunque reconozco que de pequeña se me hacían largos y a veces aburridos. Pero no hay sonido que me extremezca más que los tambores y trompetas con su rítmico y repetitivo cantar acompañando en los oficios, en las procesiones, o tocando diana a las cinco de la mañana para ir a "Las Caídas".

La primera vez que escuché su sonido en la misa del Domingo de Resurrección sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo entero.
Me gusta mucho vivir la Semana Santa de mi pueblo. Pero llevo un par de años, que por motivos de trabajo, me resulta difícil acudir. Y no puedo asistir a los oficios del Jueves Santo, con el lavatorio de los pies, ni a los del Viernes Santo, en los que se escenifica la entrega de Jesús, el beso de Judas. Ni la procesión que llamamos "Las Caídas" a las seis de la mañana. Ni la procesión del silencio, al atardecer, hacia el cementerio.
Mi madre va siempre corriendo porque la pobre se pega una buena paliza a cocinar para toda la familia. Aunque reconoce que es cansado, en el fondo disfruta como una enana y su ego sube como la espuma cuando todos alabamos sus habilidades culinarias. Porque ella dice que no sabe, pero lo cierto es que es una excelente cocinera.

Desde el mismo viernes de Dolores su cocina es una mezcla de olores a potaje, albóndigas de bacalao y torrijas.

Quedarse en Madrid también tiene su recompensa ya que aquí también hay procesiones imponentes en el centro de la ciudad. 

No obstante la Semana Santa se vive en mi casa en el plano más espiritual. Las procesiones, el potage y las torrijas están bien para mantener las tradiciones pero nosotros lo vivimos desde la fé. Allá donde estemos no nos perdemos nunca una de las celebraciones más importantes de la Iglesia: la Vigilia Pascual. Empieza a las once de la noche y se prolonga por dos horas o incluso dos horas y media.

Comienza en la calle donde se hace un fuego que se bendice para encender el Cirio Pascual. Este cirio representa a Cristo Resucitado y las letras alfa y omega que simbolizan el principio y el fin. Cada feligrés porta una vela que es encendida directamente desde el Cirio Pascual y a continuación todos entran en un templo que permanecerá a oscuras hasta bien entrada la ceremonia. Una vez colocado el Cirio junto al altar o al ambón se calta el Exultet o pregón pascual y comienza la liturgia de la palabra.

En cualquier ceremonia dominical las lecturas son tres (una del Antiguo Testamento, seguida del Salmo, otra del Nuevo Testamento y la tercera de los Evangelios).

En esta ocasión son siete las lecturas ya que mientras se mantienen el templo a oscuras se van recitando lecturas del Antiguo Testamento que hacen referencia a la Creación y al plan salvador de Dios. Cada lectura va seguida de su propio salmo. Una vez escuchadas las lecturas del Antiguo Testamento se canta el Gloria que, hasta este momento, no se había cantado en ningún momento de la Cuaresma ni la Semana Santa. Continúa una lectura del Nuevo Testamento y el Evangelio.

Una vez terminada la liturgia de la palabra, todas las luces del templo se encienden y se procede a recordar los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación. Esta noche es, tradicionalmente el momento en el que los nuevos cristianos reciben el bautismo.

La tercera parte es la liturgia eucarística, en la que se comulga, generalmente bajo las dos especies, el pan y el vino.
La ceremonia es larga y mi hija termina agotada y somnolienta pero le gusta vivir conmigo y sus abuelas una noche cargada de magia, emoción y alegría para todos aquellos que creemos.















 
 

Cada 11 de marzo.....

Cada 11 de marzo, a las 8 de la mañana, el corazón me da un vuelco y es como si volviese a vivir aquel día de hace nueve años.

Aunque no visto color negro el luto me acompaña desde aquel momento y me acompañará durante el resto de mi vida.

Durante tres días, buscando a mi hija por los hospitales de Madrid, mantuve la esperanza de verla con vida pero ese milagro nunca sucedió…


Así me relataba su día a día la madre de una de las víctimas del 11 M.

Como el ser humano es tan predecible, era de esperar que pasado el tiempo, todos volviésemos a la normalidad de nuestra vida cotidiana y nos olvidásemos de todos aquellos que sufrían y sufren y sufrirán por la pérdida de un hermano, el padre, una hija, un hijo, una hermana, un amigo.

Aquel 11 de marzo, como cada día, sobre las 8 menos cinco llegaba a la madrileña Plaza de Cibeles para continuar mi trayecto por Alcalá hacia el trabajo. El atasco hizo que llegase más tarde de lo normal a este punto de mi trayecto. Allí tuvimos que esperar a que varios semáforos cambiasen del rojo al verde varias veces ya que se cortó el tráfico para permitir el paso de ambulancias y coches de policía.

El ruidoso ambiente de Madrid, al que los madrileños estamos habituados y ya casi no percibimos, se transformó en un estruendo de sirenas que no hacían presagiar nada bueno. Cambié la emisora que iba escuchando y con la que tenía costumbre de estudiar inglés para buscar otra que pudiese informarme de lo que estaba pasando. Al no encontrar nada llamé a casa de mis padres que me explicaron que había habido una explosión en la estación de Atocha pero no se sabía todavía el alcance de la tragedia.

Al llegar al centro de trabajo, normalmente colapsado por los pacientes, parecía desierto. Aunque las agendas estaban llenas faltó mucha gente y al ir conociendo la magnitud de lo sucedido sólo pensábamos en acudir a ayudar a dónde fuese más necesario.

Se nos recomendó permanecer en el centro por si derivaban heridos menores a los centros de salud aunque no fue necesario….en ese momento.

Días después nos fuimos encontrando con personas que o bien conocían a algún herido o bien sabían de alguien cercano que conocía a algún herido. Pero también nos llegaron padres que perdieron a sus hijos. Y ahí es donde nuestro trabajo fue y sigue siendo necesario.

Aunque para el resto este día prácticamente ya permanece a nuestra memoria y hoy, casi ha pasado desapercibido, para todos aquellos que sufrieron en primera persona el dolor inconmensurable y la rabia por vivir una situación tan desgarradora han vuelto a revivir, como el primer día, minuto a minuto, hora a hora, la desesperación de saber dónde estaba su hija, su hermano, su hermana, su padre, su marido, su hijo…

Por todos ellos y para que esto nunca jamás vuelva a suceder, me veo obligada a recordar este día.
 

viernes, 8 de marzo de 2013

Cuando el médico se convierte en paciente.



Allá por el siglo XVII dijo Sydenham: "nadie será tratado por mí de manera distinta a la que yo quisiera ser tratado".

Creo que es una máxima importante a tener en cuenta por todo médico a la hora de atender a TODOS sus pacientes. Sin embargo hay situaciones en las que este principio fundamental queda en entredicho. Y es cuando un médico se convierte en paciente. Y es en ese preciso instante cuando toma conciencia de lo que significa para los demás introducirse en la compleja trama sanitaria.

Ser paciente nos permite ponernos en el lugar de nuestros pacientes. No ver los toros desde la barrera es una experiencia, cuanto menos interesante. Tomamos conciencia de ser vulnerables y nos permite ser más comprensivos con los sentimientos y las expectativas del otro cuando pone su salud en nuestras manos.
Yo siempre he preferido no decir de entrada que soy médico cuando acudo como paciente o como familiar del paciente. No por actuar como examinante secreto de mis compañeros sino porque pienso que así tendrá más libertad para actuar y decidir con objetividad. Aunque he de decir que en muchas ocasiones, en algún punto de la relación médico-paciente es inevitable que me quite la máscara.

Y es ahí donde casi de forma sistemática comienza el problema. Cuando un médico acude a otro médico se produce inevitablemente una relación médico/paciente- médico extremadamente compleja.
Mucho se ha escrito sobre el médico como paciente y sobre la relación médico- paciente cuando el paciente es a su vez médico. Pero creo que seguimos sin aprender de ello.
Dice Albert Jovell, médico y a su vez paciente, que " el elemento crucial de esa relación es la confianza. Si no confías en tu médico tienes un problema. Y tan importante como que tengas confianza es que él lo sepa. Yo se lo recuerdo a menudo a los míos. Yo me he implicado mucho siempre, aunque al principio no me fue bien porque el mío era un caso muy raro, había mucha incertidumbre, y eso dificultó la comunicación. Busqué segundas opiniones en el extranjero y fue terrible, porque no coincidían y además todos advertían de que no tenían experiencia. Pero conforme han ido apareciendo más tumores me he reafirmado en la idea de que tenía que ser parte de mi equipo médico por dos razones: porque quiero dejar el mensaje a mis hijos de que he hecho todo lo posible y porque quiero reforzar a mis médicos en las decisiones que toman".
Al fin y al cabo, esto es lo que todo paciente espera: espera ser escuchado con interés sobre su proceso y deposita plena confianza en el médico puesto que considera que es poseedor de los conocimientos suficientes para poder ayudarle. Pero la realidad para el paciente-médico no suele ser tan simple. Un médico como paciente corre el riesgo de ser estigmatizado. Y no digamos nada de la pérdida de confidencialidad que existe en muchos casos.
Para empezar, se cree de forma errónea que el médico, por el simple hecho de tener información sobre el proceso de la salud y la enfermedad no es vulnerable a la enfermedad y, por desgracia, todos en algún momento de nuestra vida seremos pacientes.

En segundo lugar se corre el riesgo de no ser atendido con objetividad porque se presupone que nosotros debemos tener un conocimento exacto de lo que nos sucede porque si no...¡ vaya médico!
Por otro lado, el médico, cuando sufre un proceso patológico puede actuar de dos formas diametralmente opuestas. Por un lado puede mostrar un exceso de celo en el cuidado de la salud (suele suceder más cuando el paciente es el familiar del médico) o, por el contrario, puede dejar pasar los días sin dar importancia al proceso ( lo más habitual cuando el médico es el propio paciente)
Cuando por fin da el paso de consultar con un compañero, el paciente- médico espera que la relación con el médico que le atiende sea más fluida de lo habitual ya que al fin y al cabo hablan el mismo lenguaje. Espera ser atendido incluso con mayor interés porque piensa que podrán discutir el caso como si de un caso clínico se tratase ya que la información de la que dispone está contrastada. Pero la mayoría de las veces esto no sucede y, al final, el paciente-médico corre el riesgo de transformarse en su propio médico y dirigir todo el proceso.
Otro riesgo que comete el médico como paciente es no dar importancia a los síntomas y por lo tanto a automedicarse, retrasando con ello el diagnóstico y el tratamiento adecuados. Suelen poner en entredicho todo lo relacionado con su proceso contrastando continuamente la opinión de sus compañeros, convirtiendose, por lo tanto, en pacientes complicados.
Estudios publicados sobre la utilización de servicios de salud por parte de los médicos demuestran que utilizan mucho menos los servicios sanitarios que la población general optando con frecuencia por consultas informales con otros compañeros o la autoprescripción. Entre los factores que influyen en la actitud del médico ante su propio proceso de enfermar se encuentran el miedo a enfermar, disponer de información contrastada sobre el proceso de la enfermedad, conocer los propios límites de conocimientos sobre la enfermedad así como los de los compañeros, tener acceso más fácil para la automediación y para disponer de pruebas diagnósticas, entre otros.

Es frecuente atender al compañero como paciente en lugares ajenos a la consulta (pasillo, sala de descanso), no citarle ni historiarle como a otros pacientes, no escribir en su historia clínica.

Los médicos tienen el hábito de contrastar todo lo referente a la salud desde su propia experiencia y esta práctica los convierte en pacientes difíciles, los peores”. Así lo ve el doctor Antoni Arteman, quien tiene a su cargo la gestión del Programa Integral de Atención al Médico Enfermo (Paime) del Colegio de Médicos de Barcelona (COMB), pionero en este tipo de asistencia personalizada que surgió en septiembre de 1998 ante las evidencias de que un médico enfermo muchas veces prefería, aunque resulte paradójico, saltarse todas las normas, incumplir todos los tratamientos y pasar desapercibido. Está demostrado en la práctica clínica y escrito en la literatura médica que cuando un médico enferma no accede al sistema sanitario como el resto de la población. En estos casos, ninguna de las partes se comporta de manera natural y rara vez se consigue una efectiva relación médico-paciente.

Pero lo que nunca deberíamos olvidar todos es que el médico que acude a nosotros como paciente se trata sólo de otra persona que deposita en nosotros su confianza para obtener el diagnóstico y el tratamiento más adecuados.

 http://www.peritajedrsuperby.es/alejandrosuperby_el_medico_enfermo.htm

http://www.lecturasparacompartir.com/varios/cuandoelpacienteesotromedico.html

jueves, 7 de marzo de 2013

mujer trabajadora

Hoy se celebra el día de la mujer trabajadora porque el 8 de marzo de 1857, por primera vez, algunas operarias de Nueva York protagonizaron una protesta para mejorar sus condiciones de trabajo. En marzo de 1859 este grupo de trabajadoras se se reunieron formando un sindicato. No sé si tuvieron mucho éxito porque al parecer, el 25 de marzo de 1911 140 trabajadoras murieron en un incendio a causa de la falta de seguridad en su trabajo.

Así que desde aquí, Felicidades a todas las mujeres trabajadoras. Pero cabría preguntar quienes son las mujeres trabajadoras, porque de una manera u otra la mujer siempre trabaja o ha trabajado. Y no siempre se ha recompensado su esfuerzo económicamente. O es que trabajar en casa merece menos reconocimiento?

Yo pertenezco al club de mujeres y madres que trabajan fuera de casa. Y por lo tanto soy, lo que podría denominarse, una madre imperfecta. Trabajo fuera de casa, más de mil horas al día y delego el cuidado de mis hijos al colegio y a los abuelos. Soy de las mujeres y madres trabajadoras que no duermen más de 5 ó 6 horas al día pensando en las facturas por pagar, en cómo compensar a mis hijos por las horas de ausencia, en cómo conseguir que crezcan de forma sana y equilibrada sabiendo en cada momento relacionarse con sus semejantes, o en cómo conseguir que todas las piezas del puzle encajen. Soy de las madres imperfectas que viven pegadas al móvil y a una agenda. En la agenda, organizo y encajo mi jornada laboral y las reuniones con las citas del alergólogo, el odontólogo o las fiestas de cumpleaños. En la agenda también apunto la lista de la compra para que el sábado por la mañana no se me olvide nada en el hipermercado.

Soy una madre imperfecta que vive preocupada por la educación de sus hijos. Me imagino que le pongo el mismo empeño y dedicación que otras madres pero no sé porqué siempre se empeñan en echarnos la culpa de todo si va mal: si no duermen de un tirón, es porque no les he aplicado el método "X" y les he hecho dependientes; si comen mal es porque les permito todos los caprichos; si se pelean con algún compañero es porque no les presto la suficiente atención. Si no hacen los deberes o no llevan a tiempo la regla para la clase de plástica... pase lo que pase, siempre es culpa nuestra.

Soy la madre imperfecta que sale corriendo por la mañana a medio maquillar y con el pelo a medio secar porque antes de salir recoge las camas, da de desayunar a los niños, les repasa los dientes o les cepilla el pelo, les prepara el tentempié de media mañana y comprueba que sus uniformes estén en perfecto estado o no se quede la luz encendida en alguna habitación.

Soy la madre imperfecta que no desayuna por falta de tiempo, que malcome a medio día ( y por ello pesa "X" kilos de más) para poder acudir a reuniones de trabajo que organiza mientras toma un café de media mañana y para poder hacer todo lo que puede para que el trabajo salga adelante de la manera más perfecta posible y no dejar nada para mañana.

Soy tan imperfecta que cuando llego a casa no tengo tiempo de jugar un rato con mis hijos porque me espera la cena, la lavadora y la plancha y si te descuidas te dan las diez de la noche y los niños ya deberían estar durmiendo hace una hora.

Pero esta madre, mujer, hija, esposa, hermana trabajadora e imperfecta es feliz en su imperfección.
Feliz de poder estar pendiente de los demás más que de una misma, o de preparar el bizcocho o la tortilla de patata sin huevo para su hija alérgica.  De perder el tiempo leyendo todos los etiquetados de los productos envasados para que su hija no tenga una reacción anafiláctica.
Feliz de saber que esa imagen de madre supermegaorganizada, con cinco hijos todos perfectos e impecables, superdelgada, atlética, supermegaperfectamente maquillada y peinada, siempre sonriente, con tiempo para ir al gimnasio o de compras con las amigas, no es más que una imagen de las revistas lejos, muy lejos de la realidad.

Porque, a pesar de su imperfección, esta mujer está orgullosa de ser madre, esposa, hija, hermana y de trabajar en lo que le gusta.

Así que Feliz día de la mujer trabajadora, para todas aquellas mujeres que trabajan dentro o fuera de casa.
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El sintrom y la vitamina K

Este verano estuve controlando la toma del famoso anticoagulante Sintrom, de una paciente joven.

Era dificil mantenerlo en el rango terapéutico. Y el motivo era simple. La paciente estaba haciendo una dieta de adelgazamiento y estaba consumiendo más cantidad de verdura de lo habitual.

Hay que reconocer que empezar a tomar un anticoagulante se convierte en toda una heroicidad ya que hay que tomar siempre la dosis exacta, a la hora convenida y hacerse periódicamente los controles que, si todo va bien, pueden ser cada 4-6 semanas pero si no hay forma de mantenerlo en rango se deben hacer casi semanales.

El coagulómetro ha sido todo un avance ya que en un momentito, gracias a una muestra de sangre capilar podemos saber el rango del paciente al instante. Recuerdo aún con nerviosismo los tiempos en los que en mi anterior centro de salud la asociación de vecinos exigía en cada reunión el control del tratamiento anticoagulante de esta forma y no en sangre venosa. Se extraía la muestra a primera hora de la mañana y el control se realizaba al final de la mañana o a primera hora de la tarde.

Volviendo al caso de esta paciente joven. Me hizo pensar que quizá no siempre les damos suficiente información a los pacientes sobre los alimentos ricos en vitamina K, que pueden ser una de las causas por las que el paciente no tiene el INR en rango.

Es importante que los pacientes sepan que para mantener el INR dentro del nivel recomendado es fundamental
 * tomar la dosis tal y como se le indica en la hoja

* hacer controles periódicos de su INR

* tomar diariamente la misma cantidad de vitamina K. Se recomienda comer una cantidad fija, entre media taza y una taza del alimento correspondiente, y no hacer cambios drásticos en el consumo de alimentos ricos en vitamina K. Es decir, que si el paciente ingiere diariamente una ensalada no debe eliminar de forma drástica su ingesta para evitar oscilaciones en el control del INR.

 Ahí va un listado de alimentos ricos en vitamina K:
  
 
Cantidad
Cantidad de vitamina K
Col rizada
Media taza
531 mcg
Espinacas cocinada
Media taza
444 mcg
Espinaca cruda
1 taza
145 mcg
Col verde
Media taza
418 mcg
Acelgas crudas
Una taza
299 mcg
Acelgas cocinadas
Media taza
287 mcg
Hojas de mostaza crudas
Una taza
279 mcg
Hojas de nabo cocinadas
Media taza
265 mcg
Perejil crudo
Cuarto de taza
246 mcg
Brécol cocinado
Una  taza
220 mcg
Endibia cruda
1 taza
116 mcg
Brécol crudo
1 taza
89 mcg
Repollo cocinado
Media taza
82 mcg
Lechuga de hoja verde
1 taza
57 mcg
Esparragos
4 tallos
48 mcg
Aguacate
1 taza
48 mcg
Atún en aceite
100 gr
45 mcg
Arándanos / moras crudas
Una taza
29 mcg
Tomates secados
100 gr
43 mcg
Aceite de soja
100 gr
184 mcg
Zanahorias
100 gr
29 mcg
Anacardos tostados
100 gr
35 mcg
Clavo
100 gr
142 mcg
Frambuesas
100 gr
8 mcg
Higos
100 gr
4.7 mcg
Peras
100 gr
4.5 mcg
 
Otros alimentos que pueden contener vitamina K son los condimentos ( albahaca, salvia, tomillo, cilantro, orégano), el cebollino, las coles de bruselas, la coliflor, el chile en polvo, el curry, el pimentón, las guindillas, pepinillos en salmuera, ciruelas pasas, los suplementos encapsulados de omega 3 y coenzima Q, el aceite de soja, la lecitina de soja, los aceites vegetales, el té verde, el pomelo, los garbanzos, los puerros, las castañas y el chocolate.

En cuanto a los suplementos dietéticos: uña de gato, arándanos, ruscus, jengibre, ginkgo, castaño de indias, caramelos de regaliz, meliloto, trébol rojo, hipéricum, cúrcuma… no se sabe la dosis exacta de vitamina K por lo que se recomienda evitarlos.

Por cierto, hablando de vitaminas, hay estudios que asocian a la vitamina E con efectos anticoagulantes. Este efecto es importante a partir de 1.000 UI al día. Las dosis inferiores a 800 UI no suponen ningún riesgo en pacientes anticoagulados.
 
Yo, que he vivivo y vivo las alergias alimentarias de mi hija, comprendo perfectamente lo complicado que debe ser mantener a raya la dieta con la toma de Sintrom. Pero no queda otra.