Allá por el siglo XVII dijo Sydenham: "nadie será tratado por mí de manera distinta a la que yo quisiera ser tratado".
Creo que es una máxima importante a tener en cuenta por todo médico a la hora de atender a TODOS sus pacientes. Sin embargo hay situaciones en las que este principio fundamental queda en entredicho. Y es cuando un médico se convierte en paciente. Y es en ese preciso instante cuando toma conciencia de lo que significa para los demás introducirse en la compleja trama sanitaria.
Ser paciente nos permite ponernos en el lugar de nuestros pacientes. No ver los toros desde la barrera es una experiencia, cuanto menos interesante. Tomamos conciencia de ser vulnerables y nos permite ser más comprensivos con los sentimientos y las expectativas del otro cuando pone su salud en nuestras manos.
Yo siempre he preferido no decir de entrada que soy médico cuando acudo como paciente o como familiar del paciente. No por actuar como examinante secreto de mis compañeros sino porque pienso que así tendrá más libertad para actuar y decidir con objetividad. Aunque he de decir que en muchas ocasiones, en algún punto de la relación médico-paciente es inevitable que me quite la máscara.
Y es ahí donde casi de forma sistemática comienza el problema. Cuando un médico acude a otro médico se produce inevitablemente una relación médico/paciente- médico extremadamente compleja.
Mucho se ha escrito sobre el médico como paciente y sobre la relación médico- paciente cuando el paciente es a su vez médico. Pero creo que seguimos sin aprender de ello.
Dice Albert Jovell, médico y a su vez paciente, que " el elemento crucial de esa relación es la confianza. Si no confías en tu médico tienes un problema. Y tan importante como que tengas confianza es que él lo sepa. Yo se lo recuerdo a menudo a los míos. Yo me he implicado mucho siempre, aunque al principio no me fue bien porque el mío era un caso muy raro, había mucha incertidumbre, y eso dificultó la comunicación. Busqué segundas opiniones en el extranjero y fue terrible, porque no coincidían y además todos advertían de que no tenían experiencia. Pero conforme han ido apareciendo más tumores me he reafirmado en la idea de que tenía que ser parte de mi equipo médico por dos razones: porque quiero dejar el mensaje a mis hijos de que he hecho todo lo posible y porque quiero reforzar a mis médicos en las decisiones que toman".
Al fin y al cabo, esto es lo que todo paciente espera: espera ser escuchado con interés sobre su proceso y deposita plena confianza en el médico puesto que considera que es poseedor de los conocimientos suficientes para poder ayudarle. Pero la realidad para el paciente-médico no suele ser tan simple. Un médico como paciente corre el riesgo de ser estigmatizado. Y no digamos nada de la pérdida de confidencialidad que existe en muchos casos.
Para empezar, se cree de forma errónea que el médico, por el simple hecho de tener información sobre el proceso de la salud y la enfermedad no es vulnerable a la enfermedad y, por desgracia, todos en algún momento de nuestra vida seremos pacientes.
En segundo lugar se corre el riesgo de no ser atendido con objetividad porque se presupone que nosotros debemos tener un conocimento exacto de lo que nos sucede porque si no...¡ vaya médico!
Por otro lado, el médico, cuando sufre un proceso patológico puede actuar de dos formas diametralmente opuestas. Por un lado puede mostrar un exceso de celo en el cuidado de la salud (suele suceder más cuando el paciente es el familiar del médico) o, por el contrario, puede dejar pasar los días sin dar importancia al proceso ( lo más habitual cuando el médico es el propio paciente)
Cuando por fin da el paso de consultar con un compañero, el paciente- médico espera que la relación con el médico que le atiende sea más fluida de lo habitual ya que al fin y al cabo hablan el mismo lenguaje. Espera ser atendido incluso con mayor interés porque piensa que podrán discutir el caso como si de un caso clínico se tratase ya que la información de la que dispone está contrastada. Pero la mayoría de las veces esto no sucede y, al final, el paciente-médico corre el riesgo de transformarse en su propio médico y dirigir todo el proceso.
Otro riesgo que comete el médico como paciente es no dar importancia a los síntomas y por lo tanto a automedicarse, retrasando con ello el diagnóstico y el tratamiento adecuados. Suelen poner en entredicho todo lo relacionado con su proceso contrastando continuamente la opinión de sus compañeros, convirtiendose, por lo tanto, en pacientes complicados.
Estudios publicados sobre la utilización de servicios de salud por parte de los médicos demuestran que utilizan mucho menos los servicios sanitarios que la población general optando con frecuencia por consultas informales con otros compañeros o la autoprescripción. Entre los factores que influyen en la actitud del médico ante su propio proceso de enfermar se encuentran el miedo a enfermar, disponer de información contrastada sobre el proceso de la enfermedad, conocer los propios límites de conocimientos sobre la enfermedad así como los de los compañeros, tener acceso más fácil para la automediación y para disponer de pruebas diagnósticas, entre otros.
Es frecuente atender al compañero como paciente en lugares ajenos a la consulta (pasillo, sala de descanso), no citarle ni historiarle como a otros pacientes, no escribir en su historia clínica.
Los médicos tienen el hábito de contrastar todo lo referente a la salud desde su propia experiencia y esta práctica los convierte en pacientes difíciles, los peores”. Así lo ve el doctor Antoni Arteman, quien tiene a su cargo la gestión del Programa Integral de Atención al Médico Enfermo (Paime) del Colegio de Médicos de Barcelona (COMB), pionero en este tipo de asistencia personalizada que surgió en septiembre de 1998 ante las evidencias de que un médico enfermo muchas veces prefería, aunque resulte paradójico, saltarse todas las normas, incumplir todos los tratamientos y pasar desapercibido. Está demostrado en la práctica clínica y escrito en la literatura médica que cuando un médico enferma no accede al sistema sanitario como el resto de la población. En estos casos, ninguna de las partes se comporta de manera natural y rara vez se consigue una efectiva relación médico-paciente.
Pero lo que nunca deberíamos olvidar todos es que el médico que acude a nosotros como paciente se trata sólo de otra persona que deposita en nosotros su confianza para obtener el diagnóstico y el tratamiento más adecuados.
http://www.peritajedrsuperby.es/alejandrosuperby_el_medico_enfermo.htm
http://www.lecturasparacompartir.com/varios/cuandoelpacienteesotromedico.html