jueves, 20 de marzo de 2014

Por favor, no me dejes caer



"Doctora, no sé bien qué es lo que me pasa. Lo único que sé es que tengo miedo de cometer una locura. Hace dos días me di cuenta de que estaba pensando fríamente cómo quitarme de en medio. Por favor no me deje caer".

Así de rotundo. Sin anestesia.

Y tú, consciente de la hora y media de retraso que llevas, sabes que no puedes limitarte a hacer una interconsulta con el psiquiatra o a extender una receta de antidepresivos cuando alguien te plantea un reto así porque cada día son más las personas que consultan por problemas emocionales, crisis de ansiedad, cuadros depresivos, sobrecargas familiares, problemas de acoso en el trabajo. Muchos de los problemas físicos que vemos en la consulta del médico de familia son somatizaciones. Y la mayoría de ellos no deben ser tratados sólo con pastillas.

Como he dicho más veces, ante una consulta así se para el tiempo, se descuelga el teléfono y te aseguras que nadie interrumpa este momento único en el que un ser humano reconoce la debilidad y la fragilidad más extrema para pedir que le tiendas la mano. Para poder explorar en el interior de la persona que tienes delante y dilucidar por dónde ayudarla a encontrar sus recursos para encontrar la luz de nuevo.

A todo ello se suma el hecho de que nosotros, que somos personas y tenemos nuestros propios problemas, también tenemos nuestras dificultades para mantener el alma serena, creer en el futuro y ser capaz de transmitir optimismo y serenidad a los demás.

Pero creo que el medico de familia, más que nadie, está obligado a ello.

Es nuestra obligación mantener la calma, dar a cada uno su tiempo, escuchar sus problemas y atender sus dolencias de la manera más eficaz posible, siendo conscientes de que no podemos dar respuesta a todos sus problemas ni cura para todas sus enfermedades.

La medicina no lo sabe todo ni lo cura todo.

La medicina muchas veces sólo sirve para paliar, cuidar y acompañar.

Y es nuestra obligación estar preparados para acompañar, para escuchar y para guiar, porque no sólo con pastillas se debe tratar la enfermedad. A pesar de que cada día vemos mas pacientes debido a esos recortes.

No les neguemos al menos esos momentos en los que se pueden sentir atendidos y escuchados, ni desaprovechemos la oportunidad para brindarles nuestra ayuda.




martes, 4 de marzo de 2014

La paz, esa frágil paloma


Conozco varias familias destrozadas por conflictos armados que pueden parecer lejanos pero que, en realidad, están mas cerca de lo que creemos.
 
Hombres y mujeres que tienen familia en Siria, Egipto o Ucrania. Conflictos que parecen no ir con nosotros hasta que, de pronto, se hacen presentes en sus rostros y en sus miradas de desaliento. La desesperación y la angustia de no saber qué suerte corren los seres que más queremos, no entiende de culturas ni religiones.

No hace mucho atendí a una paciente de Siria que había viajado recientemente a su país y que aún sentía el miedo en su interior recordando lo que allí había vivido. La angustia de dejar a sus familiares más allegados en un país en guerra está presente en cada minuto de su día a día.

Ayer, una paciente de Ucrania me dijo: "Doctora, qué triste estoy por todo lo que está sucediendo. Tengo allí familiares y amigos y vivo angustiada por ellos. Mi hija y mis nietos viven constantemente angustiados por lo que puede suceder.Por favor, rece por la paz de mi país".

Así será. No lo dudes.

Aunque no sé hasta dónde puede llegar esta locura tan humana llamada ambición.